lunes, 1 de febrero de 2010

Toledo.



Esta foto esta tomada desde el Valle el mejor mirador de Toledo, te puedes pasar horas sentada mirando la ciudad, si teneis la oportunidad teneis que subir una noche para ver la ciudad iluminada eso si os aconsejo que sea en verano porque ahora con el frio que hace no creo que tengais muchas ganas de salir del coche y poder sentaros en la murallita para poder disfrutar de las vistas.

Toledo es un ciudad mágica o por lo menos a mi me lo parece protegida por las murallas y el Tajo, solo teneis que mirar la foto para enamoraros de la ciudad.

Os dejo una de las muchas leyendas toledanas que existen, muchos conocereis la calle alfileritos ¿calle alfilerito?, ¿cual es? (donde estan todos lo garitos del casco ahora ya sabeis cual es eh??) bueno pues os dejo la leyenda de la virgen de los alfileritos-

Una vez, dos amantes se vieron separados por la guerra, pasaban los dias y los meses y la dama no tenia noticias su caballero.
Iba cada noche hasta una imagen de la Virgen María, situada en esta calle, para rezar por la vida de su amado. Como temía quedarse dormida, le pedía a su doncella que la pinchara con un alfiler; luego ofrendaba el alfiler a la Virgen, como prueba de su sacrificio.
Un día, felizmente, el caballero regresó...
La leyenda cuenta que si pasas por la calle y le ofreces un alfiler a la virgen en poco tiempo el amor llegara.

Esa es la leyenda yo aun no he dejado ningun alfiler por eso no tengo novio?? jajaja

Bss.

1 comentario:

  1. Yo viví en el casco hasta casi los 4 años y lo hice en la calle del pozo amargo cuya leyenda dejó aqui expuesta:

    Tiempo ha que en la noble mansión de doña Leonor el silencio es absoluto. Terminado el rosario, que pasa la propia dueña después de yantar de la noche, los criados, una vez apagadas las luces y escudriñados rincones, retíranse a su aposento a descansar.

    Todo es silencio en la noche estrellada y lunar. De improviso, una sombra surge del portal, que con mucho sigilo y cuidando que los goznes no chirríen, cierra las claveteadas puertas, y calado el chambergo, embozado en su amplia capa carmesí y con la mano en la empuñadura de la espada, se aleja procurando que el ruido de las espuelas no le delate. Es el joven don Fernando, que, presuroso, se dirige por la actual calle del Nuncio Viejo, sorteando encrucijadas peligrosas, a ver a Raquel, la bella hebrea, señora de sus pensamientos.

    Sonoras e imponentes caen sobre Toledo las diez campanadas de la noche. Don Fernando encamina sus pasos calle abajo, hasta detenerse junto a las tapias de un frondoso jardín que circunda el palacio del potentado israelita Leví. La noche, con su silencio perfumado de mirtos y claveles, envuelve acogedora las fragancias líricas de la juventud. Con cuchillos de plata, la luna hiere en un ventanal sus góticos ajimeces, mientras riela temblorosa, al murmullo del surtidor, en el estanque del jardín.

    Como a una cita prevista, en la ventana aparece Raquel, la hija única del potentado judío. Don Fernando, al verla, hace una cortés reverencia, y con agilidad increíble, asiéndose a las yedras y a los salientes, escala la tapia y va a reunirse con la amada en el fondo del jardín. La luna, con su cara enyesada, sonríe funambulescamente al ocultarse entre los jirones de tul de las nubes, pero no sin antes arrancar destellos de una daga que describe una curva de muerte y va por la espalda al corazón de don Fernando. Un gemido ahogado y un cuerpo que se desploma sin vida sobre la arena del jardín, mientras que la sombra homicida se pierde en las frondas. Acude Raquel, y un grito siniestro se escapa de su pecho al ver sangrando en tierra al caballero. La luna se ha ocultado ahora entre nubes cárdenas y estalla el trueno, al tiempo que resuena una carcajada del viejo vengativo.

    Todas las noches Raquel acude como a cita imaginaria al brocal del pozo del jardín. Su blanca silueta destaca sobre el fondo verdinegro de los vergeles, mientras sus pálidas manos enlazadas descansan sobre el regazo. Vierte sus lágrimas doloridas en el fondo del pozo, cuyas aguas un día se hacen amargas. Y cierta noche, en el sortilegio del plenilunio, la infeliz Raquel, en su extravío, creyendo ver en las aguas de la cisterna la imagen del amado, es atraída por ella a lo hondo.


    Viajero: Esta es la leyenda que dio nombre a la calle del Pozo Amargo, en cuya plaza solitaria verás una losa que cubre aquella poterna de aguas no salobres, sino amargas de las lágrimas que en ella derramó la bella israelita.

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